viernes, 9 de noviembre de 2012

Viernes de reflexión



Viernes, 10 de la mañana. Estoy en la biblioteca del Politécnico. ¿ Y qué hago aquí? Un viernes normal, normalmente me hubiera quedado en casa trabajando. Hubiera aprovechado, no siempre, para dormir un poco más, no mucho, con media hora más sería suficiente. Se nota el cansancio de la semana, el agotamiento se va acumulando. Miro enfrente de mí. Estoy rodeado de estanterías llenas de libros sobre informática, sobre sistemas operativos, de hecho. También hay libros de lenguajes de programación. Curiosamente, a mi izquierda hay dos estanterías muy altas, que llegan hasta el techo. Sus baldas están vacías, a excepción de dos y media. Es gracioso. Se dedican a ejemplares de los premios Cervantes, desde 1976 hasta 1997. ¿Qué hacen aquí estos libros? ¿Por qué no sigue más allá de 1997? ¿Qué tienen que ver con los libros de Unix (¿qué es Unix?) que tengo delante? Más gracioso, al menos a mi me hace gracia, al lado de los premios Cervantes, hay otra sección: biografías. Sólo hay cuatro libros, para tres biografías. Dos libros corresponden a Winston Churchill, una a Picasso y la tercera para Marilin Monroe: la diosa del sexo (eso es lo que pone). ¿Qué hacen esas biografías juntas? ¿Por qué esas sólo? ¿qué pintan junto a los premios Cervantes? ¿qué pintan junto a los libros de sistemas operativos y lenguajes de programación? ¿Y qué pinto yo aquí un viernes por la mañana, lluvioso, nublado, en el que ni hace frío ni calor, aunque yo tengo calor porque no he elegido bien la ropa con la que vestirme?

Bueno, ahora pienso que la razón por la que estoy aquí es lo de menos. Tengo una reunión a las 12, en una sala que empezaré a buscar dentro de hora y media, más o menos. Es una reunión que además he convocado yo, y he venido aquí porque le venía mejor a la mayoría. Tenemos que empezar a organizar un curso de los que ofertamos desde el Programa de Formación del Profesorado, dentro de las actividades de formación de este curso. El curso es el que llamamos con resonancias shakespearianas "To Tic or to Tic".

Pero todo esto es lo de menos. Esta semana ha sido una semana muy intensa. Con esto más o menos terminará. Digo más o menos porque probablemente algo siga trabajando en casa, aprovechando huecos. Y hablando de huecos, ahora tengo uno. Y quería aprovechar para escribir un poco. Bueno, más que escribir, para pensar un poco.

Tengo tantas clases este cuatrimestre, tan diferentes, que apenas me queda tiempo para procesar gran parte de la información que se genera. Es necesario que me pare para organizarla, para organizarme, para comprobar cómo estoy, cómo va todo. No quiere decir esto que no haga las comprobaciones. Las hago, pero a veces no con la perspectiva suficiente. Para eso me viene bien parar. Y tampoco dispongo del tiempo que me gustaría para hacerlo como me gustaría. La presión de las cosas que tengo por hacer siguen ahí, pugnando por que les preste atención. La lista es larga. Pero quiero escribir un poco sobre todo esto. Lo necesito. Un poco bastará.

Creo que una de las cosas que más me agobian no es el ritmo frenético que llevo. Creo que lo que verdaderamente me agobia es de no disponer de tiempo para meditar, para reflexionar sobre lo que hago. No de reflexionar a medida que hago, que es algo que siempre hago, claro. Sino de reflexionar sobre mi práctica, antes y/o después de la misma. De disponer de un poco de sosiego para pensar. Es un estado mental similar al que tengo cuando leo, cuando medito conscientemente, cuando corro, cuando disfruto a solas un café. La ausencia de estos momentos es lo que llevo mal. Ahora me doy uno.

Ayer vi una película que me recordó mi situación actual. Era Moneyball: rompiendo las reglas. Es una película del año pasado. El protagonista es el gerente de un club de béisbol, que quiere cambiar el sistema de juego de su equipo, sustituyéndolo por otro radicalmente diferente. Es un muy buen ejemplo de aplicación de innovación. Y como toda buena innovación, no hace más que generar resistencias y críticas por parte de todos aquellos que le rodean. Él cree en el sistema que quiere implantar, pese a los malos resultados iniciales, apoyado únicamente por un compañero. La parte en la que más me identifiqué con la historia y con el personaje, es justamente en la parte central de la innovación, cuando más dudas aparecen. El momento en el que uno decide si sigue adelante y se la juega, o si retrocede y vuelve al punto de seguridad inicial, del que tal vez nunca debería haberse salido.

Me gusta esa parte donde emergen todas las dudas. La reconozco. Cada cuatrimestre paso por esa fase. Ahora de hecho estoy totalmente en ella. Sobre todo en relación a la asignatura de Psicología del Desarrollo,  menos aunque también, en Aprendizaje y Desarrollo de la Personalidad, y el Módulo 1 del Master de Docencia Universitaria. Llega un momento, por muy claro que lo tengas o creas tener, que te asaltan las dudas.

¿Tiene sentido seguir el proceso que estamos siguiendo? ¿vamos bien? ¿realmente estamos consiguiendo lo que deberíamos? ¿quién sigue el proceso y quién no? ¿por qué?

Es un momento solitario. Por suerte sé que puedo quedar con compañeros y hablar de esto. Incluso en algunas asignaturas no estoy solo, no lo imparto yo solo, así que las dudas son mucho más compartidas. Pero al final uno siempre está solo. Algo que por cierto no me desagrada.

No es nueva la sensación, las dudas. Siempre paso por aquí por estas fechas. La sensación es nueva, forma parte del proceso educativo. Así que seguiré con ellas. En gran parte es porque me falta información, o simplemente, es todavía pronto para tener el tipo de información del que me gustaría disponer. Pero pese a mis dudas, en general sigo confiado, como el personaje de la película, en que voy bien, en que vamos bien.

Justamente esta semana si se ha caracterizado por algo, ha sido por la intensidad de todas las clases que he tenido. Todas han sido muy abiertas, muy activas, muy dinámicas, bastante participativas. En ninguna terminé haciendo lo que en principio había planeado, o al menos como lo había planeado. Algo que me gusta de dar clase, esa intensidad ante la novedad.

Rescato las conversaciones con los dos grupos del Master de Secundaria. Conversamos sobre el constructivismo, sobre cómo crear interés, sobre la autorregulación, sobre la mediación social, sobre el beso de la muerte, sobre los McGuffin y los procesos abductivos. Desde el lunes, la actividad en nuestro blog colectivo se ha incrementado mucho, algo que francamente me encanta.

Rescato nuestro trabajo en Sigüenza sobre las prácticas reflexivas, sobre la indagación sobre la propia práctica, que hicimos durante el miércoles por la mañana, una conversación a tres o a cuatro incluyendo a todo el grupo, actuando como facilitador, actuando como equipo reflexivo. Fue un momento arriesgado, valiente, plagado de incertidumbre y me parece que muy relevante para lo que estaba sucediendo en ese momento.

Rescato la clase de ayer en Magisterio, analizando la escena de Do the opposite, que introduje ya el año pasado. Estuvimos analizando momento a momento, paso a paso, para tratar de ver el desarrollo de un proceso de cambio, o de diferentes tipos de cambio. Cuesta pensar en términos se secuencia, coger suficiente nivel de detalle (y saber cuánto detalle es conveniente). Ir más allá de resúmenes o interpretaciones globalizadoras, o mejor dicho, construir esas interpretaciones una vez resulta clara la secuencia lo que ocurre, cómo ocurre y por qué ocurre.

Tres ejemplos de una semana muy intensa. Tres ejemplos de procesos de formación que están muy lejos aún de finalizar, tres elementos más que sólo tienen sentido por lo que hicimos antes y por lo que iremos haciendo más adelante. Pero a veces, pasan tantas cosas, vamos tan rápido, que ni siquiera apreciamos lo que ya de hecho vamos consiguiendo. Como si sólo se consiguieran las cosas al final. Como si hubiera que esperar al final para disfrutar de lo que se consigue.

La película de ayer también mostraba esto, de una manera muy apropiada, en una muy buena metáfora final, no desprovista de ironía inteligente. El personaje del gerente no ha conseguido por completo su objetivo, pero ha conseguido un gran logro, un gran gran logro, pero ni siquiera es consciente de él, no lo valora en su medida, al menos no como sí lo hacen los que están alrededor. Su compañero le hace ver una escena de un partido. Un jugador, que nunca lograba llegar a la segunda base tras batear, golpea la bola y sale disparado para llegar su objetivo, la segunda base, que tanto teme no alcanzar. Al verla se lanza al suelo para evitar que la bola llegue antes que él. No hay nada más allá que eso: conseguir ese objetivo. Lo gracioso, lo irónico es que ha conseguido un home run, es decir, ha logrado lanzar la bola más allá de los límites del campo. Nadie le puede alcanzar, nadie tiene acceso a la bola, puede correr tranquilamente, superando cada una de las bases. Tan obcecado está por conseguir su pequeño logro, azuzado por su miedo, por lo que teme no conseguir, que es incapaz de apreciar lo que de hecho ha conseguido. Como el gerente, como tantos de nosotros, en muchas ocasiones.

Por eso a veces, muchas veces, necesito pararme, detenerlo todo y pensar sobre lo que también poco a poco vamos consiguiendo. Al menos hay más información para ver si realmente la dirección es correcta o no, y de momento, voy a seguir apostando a que sí.

Un saludo

Alejandro

1 comentario:

  1. Comparto contigo la sensación de no tener tiempo para reflexionar sobre casi nada (en relación a la docencia, o, si quieres, en general sobre otros aspectos de la vida), en mi caso, acrecentada por la duda de saber si estás reflexionando de forma adecuada; o, más bien, reflexionando sobre aquello que realmente requeriría reflexión.
    Quería compartir contigo una imagen que seguro conocerás,pero como aquí no la puedo insertar, te la cuelgo en el facebook.
    Isabel Pérez Jiménez (MADU)

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