Hola a todos
Quería escribir un post sobre la sesión conjunta del juicio a Françoise que hicimos el pasado lunes. Llevo toda la semana pensando en él, pero me resultó imposible con el nivel de actividad de la semana pasada, sentarme a escribir. Pero lo haré. La sesión se lo merece.
Ahora escribo por otra cosa. Estoy empezando a recibir autoevaluaciones, no sólo de Aprendizaje y Desarrollo de la Personalidad, también de Psicología del Desarrollo y de la asignatura de Orientación Profesional.
Mi comentario siguiente se enmarca sobre todo en el contexto de ADP, y algo en el de Orientación. No en el contexto de Psicología y ahora se entenderá por qué.
La primera vez que me atreví, sí, atreví, a plantear una autoevaluación en alguna de mis asignaturas, estaba lleno de dudas acerca de cómo se interpretaría. Pasé de hacer exámenes tipo test, a proponer como principal fuente de evaluación la propia autoevaluación de los alumnos. Y desde 2005, no he dejado de disfrutar, aprender, emocionarme con este método. Y por ello, lo mantengo, sobre todo porque considero, aún considero, que es la mejor manera para facilitar un aprendizaje más profundo.
Lo hice gracias a lo que aprendí con Leonor Margalef, Cristina Canabal y Lola García, en la formación inicial que hice en docencia universitaria. Y desde luego, seguí pensando mucho en ello, ya como miembro también del equipo de formación de la Universidad de Alcalá, en el contexto del Master de Docencia Universitaria. No sé si me hubiera atrevido y dado el paso, sin su apoyo.
Al principio, éramos las únicas personas que proponíamos este tipo de práctica de evaluación final, pero teniendo en cuenta todo el proceso. Generalmente iba acompañado de un blog personal, en el que cada alumno podía escribir cuando quería de lo que quería, como una manera de acompañar su propio proceso. La autoevaluación era la oportunidad final de concluir, de integrar, de llevar a cabo conexiones entre lo aprendido, entre lo aprendido y uno mismo, entre lo aprendido y los dilemas asociados muchas veces a dicho aprendizaje.
Siempre entendimos la autoevaluación como un proceso reflexivo. Esto se dice pronto, pero no es sencillo.
Generalmente he acompañado las autoevaluaciones de algún texto de apoyo, que ayudase a integrar, a realizar conexiones. Textos de Robert Kegan, de Harlene Anderson, de Kenneth Johnston han sido habituales, incluso de Alejandro Jodorowski y Douglas Hofstadter, cuando arriesgaba más, o según el proceso seguido, consideraba relevante incluirlos.
Desde 2009 o por ahí, otros compañeros empezaron a implantar en las clases diarios de aprendizaje. Para mi y el resto de las personas que citaba, los diarios de aprendizaje no eran exactamente lo que pretendíamos nosotros con nuestros procesos reflexivos en los blogs. Muchas veces, esos diarios de aprendizaje los percibíamos como una perversión, una tergiversación de lo que nosotros proponíamos: una reflexión compleja, pero libre, llevada a cabo por la creatividad del alumno, dando sentido a su aprendizaje. Los diarios mencionados, a veces objetivaban el aprendizaje, eran tareas, deberes obligatorios, listados de evidencias de aprendizaje. Para mi eso era lo opuesto de lo que quería proponer. Y lo opuesto de lo que aún propongo.
Al principio los diarios eran más libres, siempre lo han sido. Nunca me ha gustado plantear preguntas, porque el problema de plantear preguntas es que hay una gran tentación de entender que la autoevaluación consiste en meramente responder las preguntas. Entiendo que una autoevaluación sin preguntas, es más compleja de realizar. O tal vez no. Como esta pantalla de blog, en blanco, uno tiene que dar sentido, elaborar una serie de ideas. Yo no sigo preguntas a la hora de reflexionar sobre mi práctica. Y reflexionar sobre nuestra práctica como profesores y/o alumnos es lo que subyace a esta actividad autoevaluativa.
Pero reflexionar no es sencillo. Y menos en el contexto de una evaluación que es final, aunque no finalista (o eso espero). Una evaluación que ocurre al final, al final de un proceso, pero que no es un examen final, sino todo lo contrario, una reflexión sobre lo que ha ocurrido a lo largo de un procesos de meses, generalmente.
Una reflexión de este tipo, para mi está llena de situaciones que se me aparecen, muchas veces en formas de dilemas, otras en forma de logros o fracasos. La forma y el contenido se entremezclan en una autoevaluación. Lo que digo acerca de mi proceso, es a la vez un producto de mi aprendizaje y de mi desarrollo a lo largo de un cuatrimestre. Lo que digo es evidencia en sí de la calidad de lo que he aprendido. Cómo lo digo es tan importante o más que lo que digo.
Y todo esto viene porque por primera vez, estoy empezando a leer algunas autoevaluaciones que no coinciden con mi expectativa. Y de momento, generalmente estoy dando la posibilidad de que se rehagan, o que se hagan de verdad.
Planteo que se vuelvan a hacer cuando percibo que la persona no se está comunicando ni conmigo, ni peor aún, consigo misma. Cuando habla de que ha aprendido mucho y el curso ha sido muy interesante, pero no me concreta nada de lo que ha aprendido, ni nada de lo que le ha parecido interesante y por qué. Hay autoevaluaciones que parecen informes técnicos. Breves respuestas a mis propuestas de preguntas, que no son sino meras excusas para pensar. Y esas respuestas, de tres o cuatro frases, no son evidencia de haber pensado mucho, la verdad. A veces me da la sensación de que sólo es una respuesta para terminar pronto una tarea que se percibe como algo obligatorio e impuesto. Y qué paradoja, ciertamente es obligatorio, pero no es obligatorio el formato, no es obligatorio el contenido incluido, elaborado, argumentado, reflexionado.
Imagino que como dice Pennac, el verbo leer no soporta el modo imperativo, como el verbo amar. Y a estos dos verbos les voy a añadir el verbo reflexionar.
Así que escribo esto un tanto decepcionado, conmigo mismo y con algunas de las autoevaluaciones que acabo de leer (pocas de momento). Y la decepción es conmigo porque para mi es evidencia de no haber expresado bien el sentido que tenía esta actividad final. O de que parece que no se ha entendido su propósito, creo que más que coherente con nuestra manera de trabajar a lo largo del cuatrimestre. Y decepcionado cuando además, este tipo de autoevaluaciones breves, irreflexivas, van acompañadas de autocalificaciones altas de 8 a 9. Y no discuto, que bien es cierto que la persona considere que ha aprendido mucho para obtener esa nota, o que se ha esforzado. Pero de nuevo, es paradójico que la forma de la autoevaluación, contradice la nota planteada. Y aquí reconozco que me decepciono aún más, conmigo mismo, porque de nuevo no me he expresado bien.
Acabo de enviar a un alumno el siguiente mensaje:
Imagino que el problema de dejaros unas preguntas en la autoevaluación es que las contestáis. O mejor dicho, sólo las contestáis. No os paráis a pensar. No has hecho ninguna mención a los textos que os dejado, y si los has leído, no han dejado el más mínimo poso. Esto es una autoevaluación, y por tanto tienes que reflexionar y argumentar. Tal y como está para mi es un ejemplo de suspenso. No aprovechas para pensar sobre tu proceso, sobre los dilemas que hayas tenido, en ese proceso de convertirte en profesor. Por ejemplo la paradoja de plantear un examen final pero añadir una autoevaluación (cuando lo que se busca es diferente). Es como juntar dos cosas que no pegan mucho, un buen ejemplo de no terminar de integrar lo que hemos trabajado.
En serio, dale una vuelta, y si crees que mereces un 8,5 argumenta por qué. De momento, esto está muy por debajo. Decir que has aprendido mucho, no es evidencia de nada. Al menos no evidencia nada de lo que has aprendido. Y no quiero una relación de cosas que has aprendido, sino una reflexión a partir de ello, que es diferente. Y si os dejo un par de textos, créeme, es por algo. Me da la sensación de que ni los has mirado.
Una autoevaluación no es sólo una autocalificación, es una reflexión sobre tu proceso de aprendizaje, desde que comenzamos hasta ahora. Y puedes incluir el posible impacto de este correo. Por suerte, tienes tiempo para mejorar esto. Bueno, no para mejorarlo, para hacerlo.
¿Por qué te crees que os pido hacer esto en vez de un examen como lo que tú dices que harías como profesor? ¿Acaso te crees que esto es más sencillo? Sinceramente, no lo es. Sí lo es si lo conviertes en lo que has escrito. Y si crees que es una estupidez, o que no aporta nada, o que no tienes nada más en lo que pensar, pues dilo y piensa sobre qué implica. Y si crees que sí lo has pensado, pero no lo has puesto, pues ponlo. Pero piensa, elabora, argumenta.
Un saludo
Y la verdad es que no estoy muy satisfecho ni orgulloso de él. Creo que se nota que estoy o molesto, o decepcionado o cabreado. Pero no es con él, es más bien conmigo y dar por hecho que se iba a entender lo que yo concibo como una autoevaluación, una oportunidad para reflexionar.
Y no es que pida que ésta sea larga. Porque no es necesario que sea larga, con que al menos la persona evidencie ese propósito de pensar acerca de lo que le ha gustado, o no, le ha costado o le ha resultado sencillo, lo que ha disfrutado, con lo que ha estado de acuerdo, con lo que no.
En todo caso, agradezco mucho a estas primeras autoevaluaciones, porque me permiten plantear estas cuestiones y hacerlo abiertamente.
Reconozco también que tengo el privilegio de poder leer autoevaluaciones que me emocionan y de las que aprendo mucho. Y no siempre porque el que las escribe esté de acuerdo conmigo y le haya gustado todo, porque no se trata de eso. Hay autoevaluaciones que son geniales como discusión, como explicitación de dilemas y problemas propios, con la asignatura y conmigo. Hay autoevaluaciones que demuestran como alguien ha dedicado un tiempo (valioso, porque el tiempo siempre es valioso) a pensar y compartir lo que se considera que se ha aprendido. Y no es que prefiera ese tipo de autoevalaciones por su contenido. No es el contenido lo importante, sino la forma, que sea un espacio reflexivo.
Sé que la carga excesiva de trabajo de otras asignaturas contiguas no ayuda, no genera el marco que facilite el poder pensar con tiempo. Pero me llama la atención, porque es la única actividad formal, que pido explícitamente.
Conversaba con una compañera hace unos días que se quejaba de que parecía que los alumnos sólo se tomaban en serio una asignatura, si estabas continuamente dándoles trabajos, obligatorios y poniéndoles incluso algún examen final, exigiendo, generando esfuerzo y esfuerzo.
Creo que no es así en muchos casos, y probablemente sí sea así en algunos casos. Justamente esto lo hemos trabajado en ADP, comparando los modelos de profesorado que muchas veces nos encontramos en la mayoría de los centros educativos. Fue de hecho el contenido con el que inauguramos la herramienta novedosa de este curso, el padlet. Aquí está el de ese día.
Esas contradicciones entre las maneras de entender la educación, contextualizan los procesos de evaluación. Están presentes entre las diferentes asignaturas, impregnan el ambiente, imagino que generarán también confusiones, preferencias, aversiones, adhesiones, defensas encendidas y adaptaciones pragmáticas, sinceras o interesadas.
Bueno, tal vez esto ayude a que se entienda mejor al menos qué proponía y qué pretendía. Ya hablaba de ello en este post cuya lectura suelo proponer por estas fechas.
Cuando haga mi autoevaluación del cuatrimestre (porque yo también me autoevalúo, y aquí hay un ejemplo) tendré en cuenta este post, así como sus posibles consecuencias o falta de consecuencias, nunca se sabe.
No me quiero extender mucho más ahora. Espero que al menos contribuya a explicitar cómo estoy viviendo este inicio del proceso de revisión de lo que muchos estáis aún preparando, y que al menos ayude a hacerlo no sólo mejor, sino más relevante para cada uno.
Un saludo
Alejandro
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