lunes, 13 de octubre de 2014

Identidad profesional (identidades profesionales)



Este post lo iba a titular "Traspaso de poderes" pero es un tema que se me ha quedado pequeño y que forma parte de algo más grande.

La mejor manera de empezar es la anécdota que sigue. A las 9 y cinco he aparcado mi coche, enfrente del aulario María de Guzmán, aprovechando que aún se puede aparcar bien a estas horas. He salido y me he dirigido al edificio, entrando rápido. En vez de subir las escaleras que hay a la izquierda, que conducen al despacho de Dirección del Departamento de Ciencias de la Educación, he seguido recto para girar a la derecha y dirigirme hacia mi despacho de profesor, que comparto con José Juan Vázquez, desde hace unos 7 años creo. Realmente el que considero mi despacho.



Esto en sí no dice mucho. Pero es que el espacio es una metáfora de otros espacios profesionales, no tan fáciles de delimitar. He venido rápido porque no quería encontrarme con nadie, menos aún con el secretario del departamento. Más que nada, porque no quería empezar la semana con cuestiones relacionadas con la dirección. Prefería empezar la semana atendiendo a otras cuestiones más centradas con la docencia, la investigación o una mezcla de las dos.

Si hubiera hecho lo de siempre, subir por la escalera, saludar a Carlos (el secretario) y entrar en el despacho de dirección, el "coloque" matutino hubiera sido diferente. Con "coloque" quiero especificar la disposición general, la activación de temas con los que empezaría a conectar de entrada (más relacionado con cuestiones vinculadas a la dirección del departamento). Y una vez se activa esa disposición, conectar con otras cuestiones o áreas, es más difícil, incluso improbable. Es como que te metes en una cinta automática como las que hay en los aeropuertos o en el metro, que te hacen avanzar más rápido en una dirección de la que no te puedes bajar hasta que finaliza el tramo. Ir en otra dirección cuesta más. Cambiar de un área a otra, a veces supone más esfuerzo mental del que parece, generando una típica situación de bloqueo, que se traduce en no hacer nada o en cierto tipo de agotamiento. Es como si quisieras caminar hacia atrás en una cinta que avanza hacia delante y que te requiere mayor esfuerzo.

El caso es que aquí estoy, sentado en mi despacho, despacho que apenas utilizo desde hace unos dos años, porque generalmente ocupo el de la dirección del departamento. Y el mero hecho de estar aquí ya me "coloca" o dispone de una manera muy diferente, curiosamente. Algo que pretendía, al menos hoy.

Dedicar el comienzo de la jornada a reflexionar sobre uno mismo, a autogestionarse para por ejemplo ver qué temas hay que resolver, afrontar, organizar, prever, anticipar, generar esta semana o este día es una manera de empezar muy diferente a cuando se empieza apañándote sin más con lo primero que se va presentando. En el primer caso, el día, la jornada incluso la semana tiene un sentido de dirección, de saber hacia donde vas, de sentir cierto avanza. En el segundo caso, tienes la sensación de hacer mucho pero de avanzar poco. Y esa sensación, cuando se prolonga en el tiempo, genera un sentido de agotamiento, de cierta desconexión con lo que se está consiguiendo, si es que se consigue algo. Se genera, creo un cierto desequilibrio entre las áreas a las que me dedico, en esta profesión, de ser profesor de universidad.

Es complejo esto de ser profesor de universidad. Inicialmente ser profesor está sólo conectado con la docencia ocasional y sobre todo con la investigación, sobre temas que nos interesan, que nos apasionan, sobre los que leemos y escribimos. Progresivamente la docencia crece, muchas veces sobre cuestiones que no tienen que ver mucho con lo que investigamos (aunque a veces sí es posible generar conexiones, eso depende de muchas cuestiones), y el tiempo dedicado a la docencia y a la investigación, se reparte. Pero con un poco más de tiempo, aparecen otras cuestiones, más relacionadas con lo que llamaré gestión. La gestión tiene que ver con todo el trabajo necesario para que esta organización que llamamos universidad, o facultad, o departamento, o área realmente funcione. Y es algo fundamental, sin lo que la docencia y la investigación no podría funcionar, o al menos no se podría realizar correctamente.

Yo estoy aquí, con mi contrato, en mi puesto, con mi cargo, gracias a la investigación. Sin mi actividad investigadora, iniciada en gran parte con mi tesis doctoral y todo lo generado a partir de allí, no hubiera conseguido estabilizarme profesionalmente. No hubiera conseguido las acreditaciones y las evaluaciones que me han reconocido institucionalmente como profesor titular de universidad. Evidentemente a esto se le suma también las horas y horas de docencia, la cantidad de asignaturas de Licenciatura, de Grado, de Master, de Doctorado que he impartido. Y por supuesto, todos los cursos de formación formal e informal que he realizado (del que se podría hablar en otro post).

Sin embargo mi sensación en los últimos siete u ocho años es la de dedicar cada vez más tiempo a la gestión, tiempo que sobre todo antes le dedicaba a la investigación, manteniendo más o menos el tiempo a la docencia (que también es diferente, para qué engañarnos).

Desde 2003 he sido secretario de departamento con tres directores diferentes. Ser secretario fue mi aprendizaje formal de los vericuetos organizativos, de esta institución que llamamos universidad. A partir de ahí, desde el 2010 hasta el 2013 (más o menos, lo hago de memoria) estuve desempeñando un puesto de gestión muy diferente, con una dimensión mucho máyor, al formar parte del Programa de Formación del Profesorado de la Universidad de Alcalá, dependiendo del Vicerrectorado de Calidad e Innovación Docente, trabajando codo con codo con Leonor Margalef (Vicerrectora), Cristina Canabal (Coordinadora del programa) y Lola García (responsable de entre otras cosas de la supervisión de las guías docentes de toda la universidad, un trabajo ingente). Yo era el coordinador de la Innovación Docente. Esto consistía en programar actividades de formación para los profesores de la UAH y gestionar el grupo de facilitadores de los más de 60 grupos de innovación docente de la universidad. Además de organizar cada año los encuentros de innovación docente, donde compartíamos todo lo que íbamos aprendiendo los profesores que estábamos implicados en cuestiones de innovación.

Todo esto lo sustituí, por cuestiones diversas (sobre todo un cambio en la organización de las facultades y los departamentos que se produjo en la Universidad) por el puesto de Director del Departamento de Ciencias de la Educación, en febrero de 2013. Éste era un nuevo departamento, fruto de la unión del Departamento de Didáctica y el de Psicopedagogía y Educación Física.



Y aquí estoy desde entonces, con este nuevo rol, como un equilibrista que trata de equilibrar demasiadas tareas a la vez, diferentes actividades, demandas, roles, etc... etc... Y que hacen que de vez en cuando tenga que forzarlo un poco, introduciéndome de incógnito en mi antiguo despacho para hacer algo que generalmente no tengo tiempo de hacer: pararme y pensar. Tiene gracia (o no la tiene en absoluto) pero así es.

Dirigir un departamento tiene que ver con muchas cosas. Cosas que uno va aprendiendo progresivamente. A dirigir se aprende pues eso, dirigiendo. Y uno empieza pues adoptando modelos que ha vivido, o justamente, tratando de ser opuesto a modelos que uno ha vivido. Imagino que no hay otra opción. A partir de dichos modelos, pues se puede empezar a crear,, como opción.

A principios de este curso tuve que presentarme ante los nuevos alumnos del Grado de Educación Primaria (los grupos A, B y C) y la primera imagen que se me ocurrió cuando tuve que explicarles qué era eso de ser director, fue la imagen de Mr. Wolf de la película de Quentin Tarantino, "Pulp Fiction". En sí era una broma, pero con una alta dosis de realidad.



Ser director implica estar al tanto pronto de problemas que conviene solucionar, apañar, prever y anticipar (en el mejor de los casos). Situaciones de bajas repentinas de profesores, problemas con la distribución y la distribución de los espacios, peticiones al Vicerrectorado, peticiones a los decanatos, problemas de alumnos con profesores o profesores con los alumnos (por temas que van de la conducta en clase, el proceso de calificación, etc...), problemas a la hora de distribuir y organizar la actividad docente de la plantilla, problemas a la hora de distribuir los fondos económicos del departamento, nuestra partida presupuestaria que va menguando de año en año (al menos en el centro de coste de docencia), etc... etc...

Por suerte, más de ser un solucionador y un apañador, también es un coordinador y un generador de escenarios posibles. Al menos también me gusta verlo así. Pensar que clima de trabajo consideras que sería el más útil, agradable, estimulante y tratar de crearlo. Y eso implica tener reuniones y reuniones y reuniones, y cuidar mucho dichas reuniones. Generar ideas (aunque algunas suenen rocambolescas al principio), delegar y tratar que las tareas estén lo más distribuidas posibles, para que todo el mundo se sienta partícipe e implicado en este sistema que llamamos departamento, del que dependemos todos.

Y desde luego también implica ser un enlace, un nodo de conexión con otras estructuras organizativas, como es el Consejo de Gobierno, las Juntas de Facultad de las que formamos parte, las Comisiones de Docencia, de Bibliotecas, Permanentes de Facultades, etc... Un director de departamento es un mando intermedio y como tal, se encuentra en medio de diferentes puestos, en un entramado de roles complejo, en el que todos dependemos de todos, en el que hay que negociar y renegociar, sobre todo en un contexto donde los recursos son más escasos.

Y hacer todo esto, lleva tiempo, físico objetivo y también mental subjetivo.

Interesantemente trato de ver esto un poco desde fuera. Lo veo principalmente como una tarea, un rol que sé que tengo y quiero hacer durante un tiempo, pero que desde luego no voy a estar desempeñando siempre (es fundamental que este tipo de funciones roten). Esta percepción de temporalidad necesaria, me hace relativizarlo, e incluso tratar de aprovechar el tiempo que me"toca". Aunque conlleve mayor complejidad a la hora de estar más al tanto de lo que más me gusta: preparar y hacer el seguimiento de mis clases, de mi relación con mis alumnos, de la generación de cierta comunidad compartida de aprendizaje en torno a temas relacionados con la psicología del desarrollo y la educación (el estudio de las transiciones, de la formación y  los cambios de la identidad personal, del estudio dinámico de dichos cambios, de las metodologías cualitativas para generar contenidos relevantes y complejos, del aprendizaje expansivo, del aprendizaje transformacional, del aprendizaje colaborativo, del impacto y posibilidades de las nuevas tecnologías, de cómo facilitar procesos de innovación, de cómo potenciar el desarrollo de competencias, de cómo diferenciar entre principios, procesos y productos, etc... etc...).

Cuando me desconecto de todo lo anterior, porque ante todo hay gestión, es cuando empiezo a estar peor, porque me desconecto en cierta manera de mi, de mis intereses, porque me desconecto más de la dinámica con mis alumnos y al final, incluso me desconecto de mis compañeros. Demasiada desconexión. Entonces es momento de parar y pensar, reflexionar para ver en qué cinta transportadora me he subido, a veces sin darme cuenta, y hacia dónde voy, si es que voy a algún sitio. También hay que pensar que aunque vaya subido en una cinta, esa cinta forma parte de otra estructura más amplia, que lleva su propia dirección, que puede coincidir o no con la mía, aunque esa es otra cuestión.

Bueno, son las 10:30 y una vez todo esto está colocado, puedo empezar a tratar otros asuntos importantes.

Buen comienzo de semana para todos

Alejandro


1 comentario:

  1. Este post me recuerda mucho al anterior. Conecto el tema de las personalidades con el de las estructuras, qué son como se han formado, qué elementos son los principales, cómo se relacionan…

    Como decías, puede resultar difícil atender a una estructura en pleno proceso y además siendo, en este caso la personalidad (o personalidades), una estructura mental, abstracta. Esto último hace que la personalidad no se pueda analizar del mismo modo que hicisteis con el edificio de colores en clase puesto que no es algo físico.

    Ese análisis inicial del edificio puede facilitar a vuestros alumnos llegar a un análisis algo más complejo, como el del dibujo del desarrollo o como el que haces tú en este nuevo post. ¿Puede que esa actividad fuese un puente? ¿Acaso no lo son todas? “Vivir” de nuevo, aunque de manera muy distinta tu asignatura es una experiencia muy enriquecedora, por cierto.

    Siguiendo con el tema de la personalidad y enlazándolo con el dibujo del desarrollo, yo me pregunto cómo plasmarías todo ese entramado de estructuras, microestructuras y macro estructuras… todas ellas relacionadas entre sí, en una hoja de papel.


    También conecto el tema de las estructuras, ahora espaciales, con nuestros sentimientos y nuestra actividad cognitiva. Cuánta fuerza tiene el contexto en el que nos encontremos. Me sorprende como nuestro estado de ánimo, emociones, nuestro grado de concentración, el tipo de reflexiones que hagamos, etc. dependan o estén influenciadas por el lugar en el que nos encontremos. Me recuerda al último post que escribió Gloria hace un par de días en su blog titulado “Dicen que es importante tener un lugar al que volver”

    Un saludo, Laura

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