martes, 28 de marzo de 2023

Cuestión de prioridades (entre otras cuestiones)

Hoy he querido comenzar la jornada escribiendo de nuevo en el blog. Algo que echo mucho de menos. Es cierto que tengo menos tiempo. El nacimiento de Yara, modificó la disponibilidad temporal de muchas actividades. Desde el nacimiento de Rayan, mi segundo hijo, ese tiempo ha cambiado igualmente. No es una cuestión de cantidad, sino de cualidad del tiempo, de a qué le dedico el tiempo o decido dedicar el tiempo, o mi predisposición a la hora de hacer cualquier actividad. 

El caso es que hoy he decidido abrir el ordenador, y empezar a escribir sin más. Sin mirar el correo, sin mirar el whatsup, sin mirar nada. Y aún así ya he tenido dos interrupciones. Las interrupciones de una tarea que requiere concentración es lo que más me afecta probablemente. Yo me concentro muy rápido y muy bien, pero me agota desconcentrarme y tener que volver a concentrarme. Con hijos, ja eso es lo más habitual y probablemente he ganado más flexibilidad en ese ciclo y proceso de concentración-desconcentración, incluyendo, aceptando, tolerando mejor las emociones de rabia, de molestia, de fastidio, de enojo, de frustación, de incomodidad o de tensión que aparecen. 

Pero el tema principal para escribir hoy es que ayer volví a dar clase, en la asignatura de Habilidades de Counselling. Además en un formato intensivo de tres horas, en vez de la hora y media acostumbrada. Y la verdad es que me lo pasé genial. Tenía ganas de volver al contexto docente y más si es con una asignatura que me gusta tanto  (aunque la verdad es que disfruto todas las asignaturas que tengo la suerte de impartir). 

Para mi, la asignatura comenzó el lunes pasado, el 20 de marzo, no comenzó ayer. Pero el lunes 20 era festivo en Madrid, así que no hubo clase presencial. Pero yo mentalmente ya llevaba tiempo activado para la asignatura. Ya llevaba de hecho semanas preparando mentalmente la asignatura, releyendo textos, revisando grabaciones, buscando nuevas lecturas. Todo ese trabajo previo que es tan fácil pasar por alto. Como parte de la preparación para ayer grabé la semana pasada un vídeo de bienvenida. Propuse una lectura habitual para empezar (el texto "Nunca, nunca, nunca ofrezcas un consejo") y además, añadí una grabación en audio con una intervención breve de 20' en el contexto de una conversación de café con una compañera. 

Ayer quería comprobar varias cosas. Primero que nada empezar a conocer a mis alumnas (21 según el listado). Empezar a construir una relación con ellas, que apoye todo el trabajo que vamos a realizar. Empezar a dejarme sentir hacia ellas, algo de lo que no se suele hablar pero que para mí es muy importante. Eso para otro post. Segundo quise comprobar si habían leído el texto y escuchado el audio. Y la mayoría no lo había hecho, en cierta forma para mi sorpresa. Un clásico ejemplo de feedback negativo (aunque en cierta manera ya lo preveía, así que también había bastante de feedback positivo). Es decir, no fue una sorpresa, más bien una contradicción de lo que me hubiera gustado, no tanto de lo que pensaba que realistamente iba a ocurrir (que es diferente). Eso implicó cambiar gran parte de lo que quería hacer en la segunda parte de la sesión, que era analizar el texto, analizar el caso y ver la relación entre ambos. El caso es una ilustración de las principales ideas del texto. Se puede analizar el caso, viendo presentes las principales ideas del texto. Por ejemplo, en el texto se plantean cuatro tipos de intervención y yo estoy llevando a cabo dos de ellas en ese audio. Y además, en cuanto a la intervención en sí, ocurre en una parte concreta de la conversación. Resulta fundamental entender que hay momentos cualitativamente diferentes, momentos, preguntas (a veces repetidas varias veces, porque hay que dedicar tiempo a que se piensen, no a que se contesten) que hacen cierta diferencia. Diferencias que hacen una diferencia como veíamos ayer, citando cómo no a nuestro querido Gregory Bateson. 

Pero nada de eso fue posible. Lo que surgió fue incluso más interesante, al menos para mí. Después de explicar algunas cuestiones básicas, incluyendo las premisas teóricas, epistemológicas de las que parto y que asumo (constructivistas evolutivas, construccionistas y dialógicas, estratégicas también) les planteé indagar con dos equipos reflexivos diferentes, por qué algunas personas habían realizado la tarea (y qué significaba eso) y por qué algunas personas no la habían realizado (y qué significaba eso). Tras elegir a tres personas que sí lo habían hecho y tres que no, el resto nos dedicamos a escuchar la conversación. Tras unos diez minutos, conversamos acerca de su conversación (mientras esas seis personas nos observaban y escuchaban) y por fin, volvimos a escucharlas. Nótese que es para mi fundamental generar tres momentos posibles al menos de comparación. Esto es muy importante. 

En sí, indagar por qué no se había realizado la tarea, es un ejemplo de utilización, como siempre (siguiendo el trabajo inspiracional de Milton Erickson). 

Las tres conversaciones son un ejemplo de algunas de las prácticas que vamos a realizar en las próximas semanas. ¿Qué información es relevante de todo lo que hablamos? ¿cómo aprovechamos esa información? ¿qué genera acceder a esa información?

A mi me llamaron la atención al menos tres cuestiones. 

Una es la de cómo priorizan nuestros alumnos sus tareas, porque parecía que sólo realizaban las tareas que consideraban prioritarias en términos de trabajos o actividades que entregar, solicitadas por otros profesores en otras asignaturas, o tareas procedentes de otras obligaciones. Y claro, mi tarea no era prioritaria, desde luego, en relación a otras asignaturas, nunca lo va a ser, porque nunca son en sí obligatorias. Y nunca lo va a ser porque obligar no es un verbo que me gusta asociar al contexto del aprendizaje y al contexto del cambio, por no hablar del contexto del desarrollo. Sobre todo con adultos. Con niños/adolescentes, creo que hay más matices a considerar, y ni siquiera ahí creo que obligar presente muchas ventajas. Sobre esto ya hemos escrito mucho, creo. Si quieres que alguien se autodirija (con lo que eso implica en términos de desarrollo, es decir, que sea más autónomo, más flexible a la hora de tomar decisiones y aceptar ser responsable de las consecuencias y aprender de ello a lo largo del tiempo) un contexto de obligación no ayuda mucho, probablemente más bien lo imposibilita. Sobre todo cuando el que obliga detenta el poder unidireccional de hacerlo. Genera una asimetría muy marcada. 

¿Cómo priorizamos? ¿qué valoramos? ¿qué apreciamos en lo que hacemos? ¿A qué atendemos para priorizar? ¿priorizamos por hábito? ¿qué dejamos fuera? ¿qué consecuencia trae eso que dejamos fuera?

Claro que todos priorizamos, pero ¿lo hacemos conscientemente? ¿somos conscientes de nuestro patrón priorizador? ¿priorizamos o nos priorizan las circunstancias, los demás, la autoridad? Son algunas preguntas que me surgen. 

Fue llamativo que en la primera parte de la conversación, el contenido se centró en las tres personas que habían llevado a cabo la tarea, que fueron quienes hablaron más. Las tres que no, hablaron poco y apenas dieron información de por qué  no lo habían hecho. Las tres que sí, hablaron mucho, pero  no tanto de por qué lo habían hecho (el tema sobre que indagar) sino más sobre el contenido del texto y del audio y qué les había parecido interesante, o si había sido interesante o no, fácil o difícil, divertido o aburrido, etc. A mí ante todo me interesaba saber por qué habían seguido o no la tarea. Todos eran expertos en ese tema. Pero en esa primera conversación parecía que había tres expertas por haberlo hecho (situadas uno arriba, con más estatus) y tres que por tanto no eran expertas y solo podían escuchar más pasivas (pero que dejaban entrever que había mucho por explorar). Curiosa manera de distribuir la autoridad (experto no experto) o el estatus. 

Es difícil indagar en profundidad. Muy fácil hacerlo superficialmente. La indagación era superficial porque uno, no entraron en el tema en sí (razones para seguir la tarea o no) sino en el contenido del material, pero sin profundizar tampoco en dicho contenido, sino que la revisión parecía que había sido más superfiical. 

Dos personas parece que siguieron la actividad por su propia manera de funcionar, su rutina de trabajo como buenas estudiantes que probablemente son. Si el profesor manda algo, pues tú lo haces (y cómo no hacerlo). Tampoco parecía que hubiera ahí mucha decisión consciente para explorar la tarea. La tercera persona, parece que sí incluyó algo más de curiosidad o de interés (pero no lo recuerdo exactamente ahora, esa impresión me dio). En la segunda parte de la conversación, tras escucharnos, profundizaron más y hablaron todas más, sobre todo las que no lo habían seguido. Y me pareció que expresaron más su culpa por no haberlo hecho (no haber cumplido con cierto sentido de obligación), hubo más espacio a una responsabilidad personal por hacerlo o no hacerlo, y sacar algo de ello. Hubo más espacio a dar sentido no solo al material, sino también a mi, a nuestra relación profesor-alumna, a qué significa hacer una tarea o no hacerla. A un contexto comprensible de tanteo, de conocernos. Y para mi lo más importante es crear un espacio donde una decide qué hace y por qué (y prioriza por tanto activamente, por lo que gana y lo que pierde y rersponsabilizándose al respecto). Esa creación de ese espacio mental creo que es muy importante. 

Para no alargar esto demasiado, quiero destacar también un tercer tema. Al menos dos personas que sí realizaron la tarea, la hicieron mientras hacían otras cosas. Es decir, su atención no era plena. Estaban atendiendo yendo y viniendo de otras actividades. Eso me resultó muy interesante y podría explicar hasta qué punto ciertos análisis o comprensiones son superficiales. Requiere concentración, trabajo, esfuerzo, atención activa, elaboración llevar a cabo un análisis como el que pedía (el análisis que subyace a leer un texto y escuchar un caso y claro, ver las conexiones entre ambos, eh.. tres elementos una vez más, qué casualidad ;)

¿Cómo gestionamos nuestra atención? ¿gestionamos nuestra atención o solo atendemos a lo que nos interesa en ese momento reaccionando a los estímulos? ¿procesamos igual la información atendiendo solo a algo en exclusiva que atendiendo simultáneamente a varias cosas a la vez? Realmente nunca es a la vez, será más bien secuencialmente, primero una y paso a otra, vuelvo a la anterior, paso a la anterior o a otra nueva, etc... el procesamiento simultáneo paralelo suele ser más inconsciente, tipo supervisor, la atención consciente tiene esa limitación de 7 más menos dos trozos de información, como ya sabemos bien. 

Hubo más cuestiones y ahora debería volver a escuchar el audio para reconectar con ellas. Algunas son intuiciones que aún es pronto para expresar y que voy a seguir en las próximas semanas. Otras son cuestiones tal vez menos relevantes, o no, eso depende de quien lo evalúe. Pero fue curioso comprobar cómo cuando lo que leemos/escuchamos (procesamos) tiene conexión con nuestra experiencia personal suele alterar nuestra relación con esa información, generando mayor interés, mayor apreciación, mayor valor. Interesante de notar. 

Y para terminar, agradezco a una de mis alumnas que me comentó ya fuera de clase, que había revisado este blog y le había interesado el último post (sobre la natación). La verdad es que me ayudó a entender que aún puede haber alguien interesado en leer qué escribo aquí y que esta herramienta reflexiva, puede que siga siendo relevante. 

Espero seguir escribiendo. 

Saludos

Alejandro

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