El pasado martes 18 empecé de nuevo a impartir la asignatura de Psicología del Desarrollo con el grupo B de Educación Primaria, en la Escuela de Magisterio de Guadalajara.
Admito que estaba nervioso antes de empezar. Siempre suelo estar algo nervioso antes de cualquier clase, pero el primer día, ese nerviosismo es mayor. Sobre todo porque suelo tener mucha curiosidad acerca de cómo será el grupo, con qué alumnos voy a estar relacionándome a lo largo de todo el cuatrimestre. Cuando la hora de inicio se acerca, sobre las 11,20 salí del despacho y bajé las escaleras andando. No quería llegar tarde. Pronto llegué al aulario donde se encuentra el aula B12. El aula estaba llena de gente. La puerta abierta, el aula vacía y un corrillo de personas esperando para entrar. Como si no quisieran entrar antes de que llegara el profesor, como si hubiera algún tipo de barrera invisible ante ellos. Probablemente queriendo postergar al máximo el inicio de otra clase, pretendiendo mantener el descanso lo máximo posible. Tal vez, esperando en la entrada para ver llegar al que fuera su nuevo profesor.
El caso es que mientras caminaba por el pasillo mirando esas caras desconocidas, mi nerviosismo seguía subiendo. Llego a la puerta, saludo tímidamente, pregunto si están en Psicología del Desarrollo, asienten algo tímidos también y entro. Entonces es como que la barrera invisible se rompe y se puede acceder a ese nuevo espacio que es el aula. Dejo las cosas en la mesa mientras la gente va entrando. Me coloco cerca de la puerta y voy saludando verbalmente o con la mirada a los que entran. Recibo miradas, diferentes tipos de saludos, más formales, más informales, trato de ir recibiendo a los que entran mientras pienso con qué voy a empezar, qué voy a decir.
Se van sentando, cada uno ha escogido más o menos el lugar donde se siente más cómodo. Recorro las filas delanteras, las del final, las de enmedio. Voy pensando que probablemente las mismas personas se sentarán en los mismos asientos a lo largo del cuatrimestre. Pienso en lo territoriales que somos. Pienso que una ventaja de ello es que recordaré mucho mejor a cada alumno si se sienta normalmente en los mismos sitios. Recuerdo donde solía sentarme yo cuando iba a clase, generalmente al final, para tener una visión general de la clase. Ahora también tengo una visión general, y la ventaja de poder moverme. Todos me miran. Es curiosa la sensación de tener a unas 40 personas mirándote (empecé con la clase "práctica"). Mantengo un poco la mirada y empiezo a hablar. Es en ese momento donde el nerviosismo desaparece porque ya estoy actuando, hay menor presencia de imaginaciones, fantasías y pensamientos de todo tipo.
Ahí estamos, un grupo de totales desconocidos, empezando a relacionarnos, empezando a contruir una historia, que espero, tenga sentido para todos. Y desde el principio mi primera impresión es muy buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario